"La dificultad no debe ser un motivo para desistir sino un estímulo para continuar"

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AZUL

AZUL © Jordi Sierra i Fabra 2000 Cuando Luza se miraba en el espejo se veía del revés y era Azul. A Luza le gustaban los espejos, y las cosas del revés. En el espejo, Luza, que era Azul, tenía la peca del otro lado, el derecho, y también en la parte opuesta de la frente, la izquierda, su mechón rebelde. En el espejo, Luza, que era Azul, jugaba a cambiar de cara y hacer muecas, y Azul, que era Luza, siempre respondía al instante. En el espejo, la mano derecha era la izquierda y la izquierda la derecha. Azul le devolvía la mirada y la sonrisa tan rápido como Luza miraba y sonreía. Y al cantar, la voz rebotaba y el canto iba y venía igual que un rayo de luz. Para Luza, el mundo del revés era hermoso. Eva, su madre, era en verdad un Ave hermosa y de gráciles movimientos, mientras que su padre, Sebas, era tan inteligente que ella siempre le preguntaba si sabía tal o cual cosa comenzando por su nombre del revés: ¿Sabes…? Su hermana Alba era Abla, sin hache, lo cual era acertado ya que Alba no hablaba mucho y se olvidaba de las haches al escribir. Su hermano Noel no era menos acertado pues se convertía en León, el rey de la selva, acorde con su abundante melena. Su amigo Omar era como el Ramo de flores que le vendía cada día a su madre en la esquina de su calle, y su vecino Sam pasaba a ser el generoso Más que siempre le regalaba muchas cosas. Su vecino, el gruñón del señor Adán, era Nada para ella. Sólo Ana seguía siendo Ana en los dos lados. Y es que como aún era tan pequeñita… El espejo lo llevaba Luza en el alma, porque no era necesario que reflejara en todo momento las cosas en él. Por ejemplo, la ciudad que más le gustaba era Roma, porque del revés significaba Amor, mientras que su lugar preferido y al que quería ir de mayor para conocerlo era Suez, porque del revés era Zeus, su dios mitológico favorito. El Ebro, el río que bañaba su pueblo, se convertía en el mismísimo Orbe, gigante y universal, y no le gustaban las Natas porque le recordaban a Satán, el pérfido diablo, de malas que le parecían. Incluso lo que no tenía sentido la seducía igual, pues Luza amaba la fantasía y jugaba a inventar nombres y a imaginar formas leyéndolas del revés. Un Lobra era una figura galáctica, y una Rolf una princesa de Euqsob, en el planeta Larutan. El mundo estaba lleno de maravillas. ¡Ah, Luza lo pasaba en grande dándole la vuelta a las cosas! ¡Y Azul vivía a través de ella! Un día, jugando a ser Azul, Luza se apretó tanto contra el espejo que consiguió entrar en él, como “Alicia en el País de las Maravillas”. Y al entrar Luza dentro la que salió afuera fue Azul. Las dos se miraron con expectación. —¿Puedo quedarme un rato aquí afuera? —le preguntó Azul a Luza. —De acuerdo, pero no tardes —aceptó Luza. Y Azul salió de allí para ver el mundo. Se quedó fascinada. Su padre era la persona más grande jamás imaginada, y su madre la más hermosa. Alba y Noel eran los hermanos que cualquiera desearía y Ana el bebé más dulce, con su carita llena de babas que le caían felices con sólo verla. Omar y Sam superaban con creces lo que de ellos pudo imaginar. E incluso el señor Adán parecía menos gruñón. Y cuando vio Roma y Suez en la televisión, y comprendió la magnitud del Orbe que al otro lado de la ventana era el Ebro… El árbol, la flor, el bosque… —Yo soy Azul, y soy Luza del revés —se dijo la niña salida del espejo—. Pero esto me encanta tal y como es. Luza veía ahora el mundo a través de los ojos y el corazón de Azul. Aquella noche cantó y bailó. Aquella noche se meció en brazos de su madre y jugó a saber con su padre. Aquella noche fue feliz con sus hermanos, y soñó que era Azul y sólo Azul. Aquella noche, Azul se olvidó de Luza. Ni siquiera se miró en ningún espejo, pues sabía que al otro lado estaba Luza. Durmió en la cama de plumas y soñó con ángeles y tartas de chocolate. Por la mañana, al despertar, somnolienta, Azul entró en el baño y allí, en el espejo, se encontró a Luza. —¡Eh, ya era hora! —protestó Luza—. Tú eres yo al revés, así que vuelve aquí para yo pueda salir. —Es que… esto me gusta mucho —dijo Azul—. ¿No podría quedarme un poco más? —Te descubrirán. Tienes mi peca del otro lado. Y también mi mechón rebelde del revés. Me extraña que no se hayan dado cuenta. Vamos, cambiemos, he de ir a la escuela. —Déjame ir a la escuela por ti. Lo sé todo, como tú. Luza abrió unos ojos como platos. —No sabía que yo estuviese tan loca —suspiró. —¿Puedo? —le imploró Azul. —De acuerdo —se resignó Luza—. ¡Pero sólo por hoy! Azul fue a la escuela, donde supo que todas las palabras que ella conocía de una forma allí eran de otra. Zorra era Arroz, Liga era Ágil, Sala era Alas, Rama era Amar, Rara era Arar, Aparta era Atrapa, Odio era Oído, Ocas era Saco, Orar era Raro, Ser era Res, Ranas era Sanar, Rata era Atar y Ratón era Notar. Pero nadie se dio cuenta de que no era Luza. Ni sus mejores amigas. Aunque de hecho sí lo era, pero al revés. Cuando regresó a casa fue a mirarse en el espejo. —Me gusta ser tú del revés —le dijo a Luza. —A mi también me gusta ser tú —reconoció ella—. Aunque esto es bastante aburrido cuando no estás. —¿Podríamos cambiar de vez en cuando? —preguntó Azul esperanzada. —¿Algo así como unas vacaciones? —¡Sí! —De acuerdo —aceptó Luza tras pensarlo un poco—. Seguro que será divertido, y puesto que tú eres yo… —¡Bien! —cantó feliz Azul. Entonces entró en el espejo y de él salió Luza de nuevo. Volvieron a mirarse. Felices. —Gracias —dijo Azul. Luza regresó a su mundo. Desde entonces, de tanto en tanto, Azul salía del espejo y ella entraba para darle la oportunidad de vivir su propia realidad. De tanto en tanto, Azul era Luza para el mundo. Y sólo una vez, su madre, le preguntó: —Luza, tu peca… y tu mechón… —Oh, me lo he cambiado de sitio —dijo Azul, jugando. Cuando Azul se miraba en el espejo sabía que estaba del revés. A Azul le gustaban los espejos y las cosas del revés Y Luza, que era Azul, y Azul, que era Luza, supieron siempre que que los sueños y las fantasías son como gotas de lluvia que van de la tierra al cielo, o pasteles de chocolate con sabor a fresa, o incluso espejos en los que viven nuestras almas del revés.

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